¿Será el? – se pregunto
¿Quién mas podría ser?
Intentando contener la emoción que la embargarba, miro hacia un lado, y luego al otro de la avenida.
Muchos rostros se cruzaron en su camino. Rostros jóvenes y bellos. Rostros viejos. Rostros de hombres y mujeres. Rostros arrugados. Rostros rebosantes de alegría. Otros de cansancio, o frustración. Rostros finos, rostros chatos. Cada uno de ellos; únicos, irrepetibles, imperfectos.
Recogió las monedas que el teléfono le había devuelto, las introdujo nuevamente en la ranura, y lo intento una vez más.
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